Mi corazón puro lo visto de coneja inocente.
Ella sola y sonriente, corrió apurada por mucho tiempo creyendo que si lo hacía, su piel blanca y suave se salvaría de hoguera que ardía.
Mi alma la visto a diario con la piel de mis ojos, y siento en ella los límites del cuerpo.
Ella que todavía no entiende bien cómo funciona la máquina de la fuente que alberga, me ha mandado a cumplir deseos que después pierden sentido, y que aunque luego parecen fútiles, han sido la pista para descifrar el laberinto de la vida que acordé con la fuente vivir en este presente eterno.
Ahora te encuentro y te siento sin límites con los ojos que visten la piel de mi alma.
El corazón que llevo como un as debajo de la manga, se acelera al ritmo del pie del conejo.
Y me paro de cabeza para sacudir mi pecho y me siento de espaldas contra la tierra, para atraparlo disfrazado de corredor de largas distancias.
Finalmente la puedo mirar a la coneja que dejó una pata por aquí y una oreja por allá.
Y en tu piel de peluche siento el deseo de dejarla corriendo de nuevo, y en tus ojos veo lo que yo no tengo, y en tu voz escucho la notas de la misma melodía que yo canté de pequeña. Y en tu anhelo encuentro la fuerza para decirme que esta vez será diferente, porque voy a aprender a ser paciente.
Y desconfío del golpe de mi sangre, que trae el amargo ritmo de un linaje herido, que busca liberarse para siempre en mi honrada existencia, y decido ser libre de los tapujos que me hicieron sentir prohibida.
Tú, ajeno a mi tormenta, te guardas y te muestras entre cuerdas, y yo sin poder decirte que yo ya sé que no hay ruta en la que te pierdas. Porque el deseo lo encarno venusino en forma de guitarra, para que de mi cuerpo salga la musa de alguna de tus letras.
Yo sentí tu rabia y también tu alma escondida, que salió a saciarse curiosa de la tierra mía. Yo ya no soy de esa tierra, soy ahora un continente pendiente de ser explorado y esta es la hora de sanar tu hastío, si es que decides caminar conmigo a tu ritmo.
Y desconozco lo que haré cuando te vea completo y si podré seguir el compás de doce o cantar por tangos con tus venas. Tampoco sé por dónde irán los rulos de tu melena, o si un merengue de cinco se nos enreda en la lengua. Sólo sé que hasta que no vea la piel de tu alma, no podré abrir más la compuerta, porque llegó el día en el que quiero el espacio completo, y no una taza a medias.
Esta vez, oiré tu verdad entre líneas y sin carreras esperaré que decidas, si la coneja puede entrar completa en la Rama de tu hoguera. Ni tu ni yo estamos para amores a medias, esta vez quiero bailar un vals de conciencia y contar las notas de mis actos en puras blancas y corcheas.
Déjame verte de verdad y encuéntrate conmigo en el arte que hacemos cuando vemos la vida sin destino. Ríete bien duro y tócame el alma, las palmas y el tobillo, y déjame sentarme al lado de la musa que se te perdió en el camino.
Llénate de mi armonía y hagamos unos cuantos sostenidos, para que veas la estrella que hacemos cuando la música nos resguarda de todo lo que no vemos.
Que se abran siempre los compases y que este viaje nos lleve a donde nunca regresa el río. Hoy y siempre tu verdad se queda conmigo y muchas gracias por cruzarte en mi camino.
Dedicado a Adolfo Cancho por inspirarme a seguir el camino de mi alma
Imagen Cuadro de Joan Alfaro, artista plástico peruano



