– Me he sentido mal de nuevo. Creo que la crisis esta volviendo doctor. ¿Usted receuerda porqué fue que vine a verlo la semana pasada?-
– Ah!, Ya recuerdo. Las busqué en todos lados: en el closet de los regalos de boda, en la caja donde guardo los títulos, entre los libros de la biblioteca y no las encontraba. Pensé que podría haberlas dejado con las barbies, que guarda mi mamá en el maletero de su casa, junto con el resto de cachivaches de nuestra infancia. Pero allí tampoco estaban. Ellas me alegran doctor, sus caras imperfectas hechas de pezados de otras muñecas me hacen compasiva. La que menos me gusta se llama Serena.
– No es que no me guste Serena doctor, ella es la mas fiel y siempre cae cerca cuando las lanzo al aire en alguna de mis rabietas. No importa cuán duro las tire, ella nunca se pierde. Será por eso que no la busco. Sin embargo, me angustia no encontrar a las demás ellas son protagonistas de mis recuerdos. Me niego a renunciar al placer me produce tocarlas. Creo que me volví adicta a ellas doctor ¿Usted cree que soy adicta?
– Cuando no estoy con ellas me comporto de manera erratica e inconveniente. Tan ajena a mi acostumbardo perfil terrenal, que hasta me obsesiono con hacer algo diferente. Sueño con volverme famosa escribiendo un libro, quiero cantar canciones románticas, besar a mi marido y pasear con mis hijos sin que el tiempo apremie. Pero cuando recuerdo las muñecas en las vitrinas, en una mujer hermosa, en enamorados de parque o en la alegría del perro de la vecina me doy cuenta que no las cargo conmigo y me siento culpable. Ellas también merecen divertirse ¿No cree doctor?
-No sé explicarlo, no se cómo se divertirían. A veces las dejo sin querer, especialmente cuando salgo apurada a recoger a los niños en la escuela, o cuando voy por las compras de la semana. Resulta que a mi hija también le gustan las muñecas, afortunadamente no las mías, sino sería dificil compartirlas…
– Doctor creo que la crisis está pronta a empezar ¡porque las muñecas terminaron en la boca de mi perro!. Ese animal despiadado y de mala conducta que mi marido no ha sabido educar. Las dejé tiradas a la salida de la casa, creo que en una de mis molestias o porque pesaban demasiado en mi cartera, y el perro aprovechó la oportunidad para zarandearlas una por una hasta desgarrarles las costuras viejas y sacarles el algodón rancio que llevaban dentro. Yo llegue tarde doctor. Serena era la unica que quedaba viva.
– Es que su lugar era conmigo doctor, yo las abandoné.
–Debo admitir que no tener que ubicarlas todos los días me ha dado tiempo libre y no se que hacer con él. Antes era mas fácil, buscarlas ocupaba casi todo el día. Siento angustia al recordar sus caras, las busco de nuevo en mi cama, en la televisión, en la cocina y en el carro. Incluso compré un juego de muñecas nuevas, esta vez de porcelana para controlar mejor las rabietas y evitar lanzarlas al piso, y nada doctor, no me siento mejor. Eran las viejas las que me daban paz. ¿Vé que estoy al borde de una crisis?
– Claro doctor, si las demás muñecas se las comió el perro, no tengo mas opción que ocuparme de Serena. De hecho la cargo conmigo ahora. Estoy aprendiendo a quererla tal y como es: azul, con una pierna negra y otra blanca, sin ropa interior y con cara de ángel. Fiel y silente, pero rigida en sus extremidades ¿Será que podré vivir sin el resto de mis chiquitas doctor?
-Así será doctor, trataré de concentrarme en Serena aunque no hay mucho que hacer, ella siempre está conmigo. Nos vemos la semana que viene.Ya sabes pequeña, jamás dejarás mi lado y aprenderé a quererte con todos tus defectos.