Cuyagua (Cuy-Agua)

Cuando siento la brisa tibia que toca mi cara y levanta mi cabello, se viste mi piel de violeta y cayenas al atardecer, y siento que vuelo a los días en que descuidadamente disfrutaba de la playa dada por sentada, de las madrugadas sin frio, con risas y música en grupo, de arena que corre como agua entre los dedos de los pies, de la noche llena de estrellas que envuelve el ambiente y que se hace cómplice de la danza de nuestros cuerpos alrededor de la fogata, donde quemábamos las historias y tejíamos recuerdos.

Sentados alrededor del fuego, el calor de la llama nos calienta el pecho, las piernas y las ganas. El desenfreno de la edad nos dan la gasolina para vivir el momento sin pensar en mañana. Por la mañana caminamos hasta la venta de empanadas, o nos hacemos las arepas que traemos de casa y cuando el sol va calentando, volteamos al mar inmenso que debajo de la selva de la montaña nos acompaña, para remojar la resaca, el sudor y la sensualidad de la noche que recién nos dejó.

La brisa aumenta con las horas y su magia lúdica y bendita trae en su cuerpo el polvo del recuerdo, dándole vida a la memoria descuidada que olvida con facilidad y juzga sin precaución, y nos recuerda lo que hicimos la noche anterior. Que entre risas y vergüenza nos emborracha de nostalgia y nos da fuerza para repetir la fórmula otra noche: Casi desnudos, bailando, cantando, tomando, la arena entre los pies con las estrellas de testigo, hasta que el cuerpo aguante.

Playa Cuyagua (Aragua, Vzla) Foto: http://www.turismoenaragua.com.ve/cuyagua/

El recuerdo se vuelve un mito cuando la nostalgia gobierna la memoria, y nos hace desear retornar a los tiempos que no vivimos. Las lagunas de la mente hacen más hondo el pesar y nos evita vivir lo que el presente deja al andar.

La lluvia cae sobre las palmeras, porque en la playa también caen palos de agua, y el ruido de las gotas en la arena sintonizan con nuestra respiración acelerada que corriendo de la tempestad busca refugiarse en una carpa, o en un carro que también la lluvia mojará. Nos acostumbramos a estar secos y decimos que la lluvia es molesta, y nos reímos ahora que entendemos que igual nos íbamos a mojar, y que la lluvia, por muy común que nos pareciera, es un privilegio de un país tropical. Si vieras cómo en el desierto la lluvia la extrañan hasta los más recios, y yo de las más recias me rindo ante tu humedad. Si supieras que me di cuenta que llevo la lluvia por dentro, gracias al agua que cayó en el techo de mi cabeza por 29 años, estarías honrada de llamarme tu hija.

Cae de nuevo la noche y esta vez el atardecer no se lo regalamos al mar, sino al río que a unas cuadras  se viene a quedar. Nos vamos en tropa, unos encima de otros en los pocos carros que al río pueden llegar, y seguimos con el escándalo que lamentan los pájaros al volar.

Reserva Nacional Paracas

Una vez remojados en el río, nos acordamos que tenemos que cenar, y salen de nuevo las ollas y las fogatas en la zona de acampar. Sin más electricidad que usar que la de las estrellas al volar, y con la montaña a espaldas para cuidarnos de escapar, vemos la noche llena de luciérnagas que convierten a la montaña en una instalación de navidad. La montaña oscura y el cielo del parque nacional se vuelven un manto de puntos blancos que nos permite jugar, una vez más, a la aventura de acampar hasta que el sol salga el domingo, cuando tenemos que regresar. Si supieras cómo descubrí que en el desierto también hay magia, que el silencio que trae la Paraca viene con fuerza a susurrar la misma elevación que los palos de agua que caen en tu mar, que no es tan distinto ver de noche llover, como escuchar de noche soplar, estarías honrada madre de verme expandir tu verdad.

 Hoy domingo de regreso a casa con la estela de mar en la que con nostalgia te escribo: Cuyagua a ti quiero regresar. La brisa caliente, la lluvia, las estrellas, los cocuyos y mi piel en tu mar, por siempre a ti van me van a recordar. Te veo en todas las playas y en todas las montañas en especial en aquellas donde se unen el Cuy con el Agua, y me pierdo en el recuerdo de las noches en tu sal. Me pierdo entre en Caribe y el Pacífico que te conectan en paz, y reconozco que tú tienes la magia de la selva, la montaña, el desierto y el mar y solo tú tienes el misterio de hacerme extasiar. Quedo en tus manos arena de sol, desierto de viento de sabiduría ancestral. Tú en la que mil veces hice el amor y en la que me volví la sirena que hoy se sienta a babor de la fragata en que mi vida se construyó. A ti Cuy-agua que marcaste mi pasión, que me envolviste con la Paraca de la ilusión, te dedico estas líneas para que sigas siendo un centro de encuentro entre la locura y el amor.