Recompensa

El peso de los libros hacían de su espalda una “C” minúscula, su pelo recogido en un moño a medio hacer y la languidez de su mirada revelaban el cansancio en su alma. Miró a través de la ventana y sintió nostalgia del verde que nunca había conocido. ¿Cómo será correr libre y sin prisa aceptando estar descalza sobre la grama húmeda y sentir la energía de la tierra que vibra al son del universo? – se preguntó. En ese mismo instante su guardián le recordó que su esfuerzo no terminaría hasta que leyera el libro número 100 y sólo hasta ese entonces celebrarían con tazas de café endulzado.